Me está matando ser un obrero: yo solo quiero ir a desahucios y tocar cosas con las manos.
Es a los 23 años de edad que me doy cuenta que los últimos años de mi vida los he dedicado meticulosamente a borrar mi identidad. Persiguiendo una carrera que no considero mía, en una institución en la que no creo. Como si yo fuese un cerdo: un cuerpo preparado de forma metódica, escrupulosamente trabajado. No soy más nada que un cuerpo en exhibición — mis tetas expuestas en la mesa para ser consumidas por el Otro, para vender mi fuerza de trabajo, perfectamente trabajada para el capital. Me he forjado un futuro laboral glorioso… Ya no soy un cuerpo, ni un objeto, ni un organismo — He sufrido una transformación horrorosa, un proceso de pasificación. Soy un material pulido para construir los cimientos de una riqueza que no me pertenece. He metido las manos dentro de la boca del lobo y ahora las veo sangrar. No tengo hobbies más allá de la internet, no tengo aspiraciones más allá del dinero. No sé hacer otra cosa que no sea utilizar estas manos para el trabajo. Veo como mis manos cada día tantean menos, tocan menos, ya no exploran… mi curiosidad se agota por el cansancio. Mi intelecto está dosificado — escondido en videos de 30 segundos en internet. No soy más nada que un obrero. No tengo identidad más allá del lucro que puedo dar a los otros. No me acuerdo lo que es tener una sed.
Creo que a los 12 sabía más de mi misma que a los 23. Tenia más identidad cuando este cuerpo todavía era mío. Cuando estas manos tocaban por tocar y no para consumir, no para poseer…no para vender mi tiempo por dinero. No sé que hacer cuando no tengo nada que hacer. Mi tiempo libre no se siente tiempo libre porque estos últimos años el capitalismo me ha despojado de mis manos. Pude haber aprendido a tejer, a construir, a soldar… a darle forma al mundo con los dedos de mis manos. Pero no he aprendido nada más que a especializarme laboralmente en un ámbito que me hace inútil porque no soy buena en más nada que no sea esto. Lloro por las noches porque no sé quien soy. Y se ha tenido que parar el tiempo para que me diese de cuenta de que mi presencia se estaba borrando del mundo. No existo yo. Existe solo el material que forman mis manos.
Lei el otro día en internet que las jornadas de 8 horas estaban hechas para cansar a los obreros, para volver a casa con la cabeza cansada y no poder pensar más. Al llegar a casa solo quiero entretenerme de manera pasiva, con algo que no requiera esfuerzo. Paso horas en Tiktok, en Twitter, en Instagram… Toda esta estructura capital que no para de pacificarme y de hacerme dócil. A mi vecina la están desahuciando el viernes que viene pero tengo que trabajar. A mi vecina la están desahuciando el viernes que viene pero si no trabajo estoy muy cansada para ir a gritar. En la plaza de Valencia están acampando por el derecho a la vivienda: quiero ir también pero por las noches no paro de llorar porque el capitalismo me destruye. El mundo está matando a mis amigos y a todos los pobres pero yo el Lunes tengo que trabajar o buscar trabajo si no lo tengo.
No queda nada más de mi a los 23 años de edad que un cuerpo vacío cuya estructura se sostiene sobre los deseos del Otro. No tengo identidad e intento recuperarla para no morir, pero mientras intento salvarme desahucian a mi vecina y ya no sé donde tengo que estar. No tengo claro si perderé más de mi vida dando mi energía en un deshahucio por lo cansada que estoy, o si recuperaré mi identidad haciendo algo por fin en lo que creo. Realmente no sé si estoy cansada de verdad o si simplemente estoy cansada de no ser yo. No me acuerdo que se sentía creer en las cosas o tener deseos más allá de lo laboral y me esta costando mucho últimamente transformar el dolor en rabia para poder impulsar un cambio positivo en el mundo. Sólo quiero recuperar mis manos y que dejen a mis vecinos estar en paz.